PASIÓN
una palabra que une a entrenadoras y gimnastas. Pasión por la gimnasia rítmica, por cumplir metas, por perfeccionar cada elemento día tras día, sin rendirse. La confianza entre las dos será el empujón para lograr sus objetivos.
“Dicen” que las entrenadoras son como “una segunda madre” por el sacrificio y entrega hacia la evolución de sus gimnastas; para una entrenadora sus gimnastas son tan sumamente especiales que dedicarían una vida a perseguir los sueños de sus alumnas.
En los 9 años que ha cumplido el club hemos vivido diferentes experiencias de las que de momento hemos sacado 3 conclusiones:
1. “Todo lo que siembras, lo recibes”.
No ha sido la primera vez que una entrenadora se desmotiva por no lograr su objetivo con su gimnasta o equipo u otros muchos porqués que se viven diariamente. La cuestión es que las mismas palabras de apoyo y ánimo que una entrenadora expresa a sus pupilas son las que recibe cuándo más lo necesita, un “feedback emocional” que nos hace seguir luchando y trabajando con más ilusión.
2. “Complicidad”.
La que comparten gimnasta-entrenadora, horas de esfuerzo, lágrimas, éxitos, fracasos… todo este camino crea un lazo afectivo elemental para llegar a realizar un trabajo “fetén”; contando con el importantísimo papel de los padres y madres, claro está.
3. “¿Todas las entrenadoras encajan con todas las alumnas y viceversa?”.
Hemos visto cómo muchas veces “chocan” entrenadoras y gimnastas, lo percibimos como normal ya que la convivencia continuada crea momentos de tensión, cabreo, frustración e ira, algo que existe en cualquier relación y que gestionando de forma adecuada llega a ser hasta productivo.
Nuestra respuesta a la pregunta es TOLERANCIA, no existen entrenadoras “perfectas” para gimnastas “perfectas” ni tampoco gimnastas “mediocres” para entrenadoras “mediocres”, el “querer es poder”, así que si ambas partes se respetan y tienen un objetivo común, ¡todo fluirá!.